La reciente presentación de una app móvil creada por Samsung que permite “diagnosticar” la dislexia en apenas 15 minutos ha vuelto a poner sobre la mesa este trastorno del aprendizaje de origen neurobiológico y gran carga hereditaria que, por regla general, resulta bastante desconocido entre la población. Desde la Asociación Dislexia y Familia (Disfam) piden visibilizar el trastorno, normalizarlo y facilitar la inclusión de los niños que la padecen. La tecnología puede jugar aquí un papel importante.
Por Diana Oliver y Adrián Cordellat
La dislexia, según la define Araceli Salas, portavoz y asesora de Disfam, es un “trastorno del aprendizaje de origen neurobiológico y gran carga hereditaria” que se manifiesta especialmente en una “dificultad persistente en la lectura y escritura, que nada tiene que ver con una menor inteligencia”. Los niños con dislexia presentan además “otras dificultades en diferentes áreas”, como pueden ser la memoria a corto plazo, la atención, la lateralidad o la integración del espacio tiempo. Para la portavoz, se trataría “realmente de una forma distinta de aprender y de procesar la información”.
Pero, ¿conocemos la población en general, más allá de los afectados y de los especialistas, qué es la dislexia? “Como mucho nos suena y sabemos que se refiere a algo relacionado con los estudios”, explica el pedagogo y psicopedagogo Alberto Armada, que considera que las madres y padres con hijos en edad escolar “no han sido realmente informados” de lo que es la dislexia, salvo en el caso de aquellos “que lo han padecido en primera persona, debido a que ellos mismos o alguno de sus hijos han sido diagnosticados”.
Los niños con dislexia presentan además “otras dificultades en diferentes áreas”, como pueden ser la memoria a corto plazo, la atención, la lateralidad o la integración del espacio tiempo.
Lo mismo pasaría con el profesorado, que aunque “hoy en día está cada vez más formado”, en multitud de ocasiones, según el pedagogo, “tampoco tiene un conocimiento tan en profundidad de la dificultad como sería deseable”, responsabilidad que Armada no atribuye a los maestros, sino a “un sistema que no incide como debiera en este aspecto en su formación inicial y permanente”.
Este desconocimiento provoca que la dislexia sea confundida a menudo con otras dificultades de aprendizaje con la que comparte patrones, ya que como argumenta el experto, “no todo el alumnado con dificultades en uniones y fragmentaciones (separar correctamente las palabras), en exactitud lectora y/o escritora, en series matemáticas o en omisiones de letras, por poner algunos ejemplos, tienen por qué padecer dislexia”. En ese sentido, Araceli Salas añade que “por desgracia” la dislexia se confunde “en demasiadas ocasiones con vaguería, falta de motivación o incluso con una baja inteligencia”.
Normalizar la dislexia
Según datos de Disfam, entre el 10% y el 15% de la población tiene dislexia. Hoy, 15 años después de la fundación de la asociación, su responsable considera que se ha avanzado “mucho”. Ejemplos de ese avance, en palabras de Araceli Salas, son la existencia de una Ley Orgánica de Educación que ampara a este tipo de alumnado, una mayor sensibilización y formaciones para profesionales y familias. También el creciente número de asociaciones y, sobre todo, que “la sociedad en general empieza a estar más concienciada”.
No obstante estos avances, para la portavoz de Disfam “queda mucho camino por recorrer”, ya que es necesaria una formación para todos los profesionales del ámbito educativo “para que puedan detectar y saber actuar en el aula”. También ayudas económicas para que las familias “puedan llevar a cabo los tratamientos”. Y considera “imprescindible” que se incluya la asignatura de ‘Dificultades Especificas de Aprendizaje’ en los planes de estudio universitarios, ya que en su opinión “el mayor reto seria que ningún niño tenga que sufrir para poder aprender”.
Comparte su opinión Alberto Armada que afirma que “desgraciadamente” la dislexia no tiene todavía demasiada visibilidad en la sociedad actual, “lo cual es un problema de suma importancia al cual no está dando respuesta alguna nuestro sistema educativo”. Al respecto, cita estudios que cifran en un 40% el porcentaje del alumnado con dislexia que deriva en fracaso escolar, cifras a su juicio “insostenibles”, sobre todo teniendo en cuenta “que en la gran mayoría de los casos los niños pagan su fracaso mediante etiquetas que les tachan de vagos, despistados, o poco inteligentes, cuando la realidad es que tienen una dificultad que, de haber sido detectada y tratada a tiempo, no habría de impedir su correcto desarrollo académico”. En ese sentido, el psicopedagogo utiliza una metáfora para dar a entender la situación de los niños con dislexia: “Todos nos damos cuenta de que un/a niño/a miope con 5 dioptrías en cada ojo tendría un hándicap casi insalvable en caso de no usar gafas, de que nadie detectase su dificultad y, encima, muchos de los adultos de su entorno (profesorado, familia…) pensasen que lo único que sucede es que no trabaja lo suficiente o que no tiene la capacidad necesaria”.
Por ello, según la Asociación Dislexia y Familia es tan importante “la normalización” de este trastorno en casa y, sobre todo, en el colegio, ya que los niños necesitan respuestas a las cosas que les pasan a diario: “En el cole, ellos necesitan que sus compañeros les entiendan y les apoyen y para ello es necesario hablar de dislexia de una forma sencilla y destacando todo el potencial que estos niños tienen”. Para Araceli Salas el mayor problema con el que se enfrentan a diario los niños con dislexia es que el sistema educativo “basa la mayoría del proceso de aprendizaje en la lectura y en la escritura para demostrar lo aprendido”, por lo que este alumnado “necesita a diario una adaptación metodológica y de acceso para poder estar en igualdad de condiciones que el resto de sus compañeros”.
La tecnología como aliada
El desarrollo de la aplicación Dytective for Samsung es una muestra de lo mucho que la tecnología puede aportar a las personas con dislexia, ya que permite tener un pseudo diagnóstico en apenas 15 minutos. Tanto Armada como Salas la califican como “muy útil”, pero recuerdan que como la propia aplicación advierte “no es una herramienta de diagnóstico en sí misma”, sino que aporta información a los padres para en caso de que los resultados sean preocupantes puedan acudir a un profesional. No obstante, el pedagogo considera que el lanzamiento de la app ha dado visibilidad a la dislexia: “Puede ocurrir que muchas familias que jamás sospecharían tener en casa un hijo con dislexia reciban, gracias a esta herramienta, la tan necesaria voz de alarma”.
También en el campo de la tecnología, en este caso aplicada al mundo editorial, llevan trabajando desde hace muchos años en BubbleBooks, donde según Agustí Estruga desarrollan cuentos “que se adaptan a las capacidades de aprendizaje de cada lector para favorecer la inclusión educativa”. Sus apps, que cuentan con el respaldo y el asesoramiento de asociaciones como Disfam, trabajan fundamentalmente tres aspectos importantes: El primero es el texto, que se adapta siguiendo los criterios de asociaciones como Lectura Fácil “para favorecer que la narración de los cuentos sea lo más directa y sencilla tanto con el uso del vocabulario como en la construcción gramatical de las frases”. El segundo son las imágenes, para lo que siguen criterios de estudios que se han realizado sobre programas infantiles con fines pedagógicos de la BBC y que “recomiendan el uso de ciertos colores, que las imágenes siempre estén silueteadas para facilitar su identificación, o que las animaciones que incorporamos siempre refuercen el aprendizaje, pero que no distraigan”.
Por último, y más importante, quedaba aprovechar, según Estruga, las “opciones que ofrecen los dispositivos digitales” para ayudar a los niños con dificultades en el aprendizaje de la lectura. A ese respecto, por ejemplo, el niño puede escoger entre varios tipos de letras para leer los textos, entre las cuales está ‘open dyslexia’, “diseñada específicamente para materiales destinados a personas con dislexia”. También, por mencionar otros ejemplos, el responsable de BubbleBooks cita la posibilidad de cambiar el color de la tipografía utilizada o variar el espaciamiento entre las letras, “ya que se tratan de valores que pueden favorecer la lectura entre niños con problemas de aprendizaje”; o otras implementaciones como la opción de grabar la voz para que “maestros, logopedas o padres puedan hacer un seguimiento de la evolución del niño”.
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