Pamela Palenciano: “Tenemos que revisar desde la crianza el modelo de amor que transmitimos a nuestros hijos»

Pamela Palenciano sobrevivió a una relación de maltrato que le marcó para siempre. Tenía 12 años cuando la empezó y 18 cuando consiguió escapar de ella tras reconocerse como víctima de maltrato. De aquella rabia por haber perdido una de las mejores etapas de su vida surgió el monólogo ‘No solo duelen los golpes’ (y, de forma mucho más reciente, el libro ‘Si es amor, no duele’) con el que esta jienense está recorriendo España y varios países de Latinoamérica incomodando y atacando los privilegios de determinados grupos sociales y, sobre todo, concienciando a los jóvenes sobre un maltrato en las relaciones de pareja que va mucho más allá de los golpes. Tras ocho años viviendo en un país, El Salvador, y en una región, centroamérica, donde la violencia es el pan nuestro de cada día, ha regresado a España consciente de que en la lucha contra la violencia machista queda mucho trabajo por hacer, pero segura de que es posible alcanzar un mundo “en el que reine el amor del bueno, no un amor que somete”.

Por Adrián Cordellat

Con tu monólogo ‘No solo duelen los golpes’ estás removiendo conciencias, de adultos y de adolescentes, sobre un tema muchas veces tabú como es el del maltrato. ¿Hace falta que se hable más de él? Y me refiero más allá de las noticias trágicas que desgraciadamente saltan a las primeras páginas casi a diario…

Yo creo que se está hablando muy poco del tema, aunque parezca que es mucho, y que se está haciendo mal, que se está enfocando mucho en los asesinatos que por desgracia sufrimos cada año y en los 50 o 60 hombres locos que deberían estar en la cárcel. Pero luego se habla poco de que todos y todas ejercemos violencia, de que todos y todas la recibimos, de que tenemos relaciones de poder muy bestias que hemos mamado desde pequeños. Porque esto no es algo que sea innato al ser humano, sino que culturalmente tenemos sobre nosotros desde hace siglos un peso patriarcal que ha dejado al mundo tan mal como está ahora.

Como dices hablamos poco y mal porque normalmente lo que visibilizamos son los sucesos dramáticos, pero antes de que todo eso acabe de forma tan trágica, el maltrato se va gestando poco a poco, con miradas y palabras que luego, en algunos casos, devienen en violencia física: ¿No solo duelen los golpes?

“No solo duelen los golpes” fue la primera frase que me dijo mi primera psicóloga, que me hizo darme cuenta de que lo que yo vivía con el que era mi novio no era normal. Yo lo viví como una relación de pareja en la que los dos nos gritábamos, los dos incluso nos pegábamos, aunque luego yo me relegué tanto que era él el único que pegaba y yo no me defendía… Y claro, yo no me reconocía como una mujer maltratada, porque la imagen que yo tenía es la de una mujer de clase media-baja, ama de casa, sin estudios, que se enamora de un hombre alcohólico. Y yo no era así. A partir de esa frase de mi psicóloga, sin embargo, logré darme cuenta de que yo estaba dañada por un montón de cosas que no eran los golpes y que empezaron desde el principio de la relación.

Tu monólogo nace de esa experiencia personal, del maltrato al que te sometió un novio de los 12 a los 18 años. ¿Cuesta abrir los ojos a esta realidad, aceptar que eres una mujer maltratada?

Cuesta, pero las mujeres cada vez estamos abriendo más los ojos como víctimas de violencia. Y también cuando somos las que la ejercemos. Mucho más que los hombres que la ejercen. A un hombre le cuesta mucho reconocer que está ejerciendo violencia sobre su pareja. Le cuesta horrores. Y más si es blanco, heterosexual y adulto, porque los adolescentes lo reconocen muy rápido. Cuesta mucho porque nos han vendido un modelo de amor muy a la imagen de ‘La bella y la bestia’. Ella va a salvar a una bestia que es muy mala, pero también conoce su cara tierna, su lado dulce, por eso se queda con él y si la secuestra en un castillo no busca la manera de huir, porque él la convence de forma indirecta. Al final hemos nacido en un mundo en el que desde la barriga de nuestras madres, en cuanto saben nuestro sexo, nos limitan con determinados estereotipos, patrones, conductas, colores, que marcan lo que va a ser nuestra vida por haber nacido con un sexo u otro.

“A un hombre le cuesta mucho reconocer que está ejerciendo violencia sobre su pareja. Le cuesta horrores. Y más si es blanco, heterosexual y adulto, porque los adolescentes lo reconocen muy rápido”

Y, ¿ayuda el entorno o, por el contrario, muchas veces se normalizan situaciones y comportamientos que no deberían ser normales?

En mi caso yo mentía mucho y escondía todo lo que me pasaba con el que era mi novio. Es más, mi madre como no sabía nada se aliaba muchas veces con él y decía: “Ay, mi hija que carácter tiene”. Todo esto me pilló en plena adolescencia y mi madre confundió mi carácter adolescente con la violencia que estaba sufriendo. También es verdad que todo esto empezó a suceder en el año 1994, cuando no había la información que hay ahora. Hoy sí se detecta y hoy es responsabilidad colectiva el estar muy pendientes de qué pasa con los adolescentes, porque ellos manifiestan signos de que algo está pasando y no va bien en sus relaciones.

Respecto a lo que comentabas con el ejemplo de ‘La bella y la bestia’, ¿tiene algo que ver con el maltrato la concepción del amor que transmitimos a nuestros hijos y de forma especial a nuestras hijas?

Yo creo que desde la crianza hay que revisar mucho cómo aprendemos el amor, el modelo de amor que transmitimos. Muchos de nosotros hemos crecido con un modelo de amor en el que la violencia siempre ha tenido cabida, en el que hemos corregido desde un castigo o un azote, en el que hablamos desde arriba, culpando a las criaturas de todos los problemas. Los “me tienes harta” que les decimos a nuestros hijos. Ellos no te tienen harta o harto. Te tienes harta tú con tu vida, con tu estrés, con tu trabajo, con tus carencias. Les hacemos pagar a los niños muchos de nuestros males, así que creo que hay que resetear mucho el modelo de amor, ya no solo en la pareja, sino también en la crianza. Criar desde el respeto, desde la escucha, desde el acompañamiento. Lo que pasa es que tampoco el mundo en el que vivimos nos permite grandes logros en este aspecto. Vivimos en un mundo muy acelerado, muy desconectado de las emociones.

Tú lograste escapar de aquella situación con la que muchas mujeres conviven durante años, incluso durante vidas enteras, y por ello intentas concienciar hoy a jóvenes y adolescentes. Te he escuchado decir que hoy la situación es incluso peor. Cuando debería ser al revés, ¿vamos para atrás?

No creo que vayamos para atrás. Lo que ha pasado es que hemos tenido un avance muy grande que se ha estancado en algunos aspectos. Hay leyes que han puesto este tema sobre la mesa, en la televisión sacan cuando nos matan, pero no hay una educación transversal desde la infancia, no hay películas, cuentos o canciones suficientes que cambien los modelos de feminidad y de masculinidad, que los hagan más libres y con menos corsés y carga. Se han puesto muchos parches, pero aún falta mucho por hacer. Mucho.

¿Cómo reaccionan las chicas que asisten a tu espectáculo, se ven identificadas en el monólogo? ¿Y los chicos?

Lamentablemente sí. Es triste decirlo, pero sí. Las chicas suelen llorar bastante, se miran entre ellas, se reconocen. Y los chicos también. Ellos se identifican incomodándose.

«Tus hijos no te tienen harta o harto. Te tienes harta tú con tu vida, con tu estrés, con tu trabajo, con tus carencias. Les hacemos pagar a los niños muchos de nuestros males»

Eso te iba a decir, que para ellos debe ser más incómodo el verse representados…

Claro, date cuenta que el proyecto ‘No solo duelen los golpes’ está hecho para incomodar y atacar los privilegios. Y los privilegios no solo de ser hombre, en masculino, sino también de ser blanco, de ser adulto, de tener un trabajo “x” o de ser de una clase social determinada.

¿Qué es lo que más te llena del éxito que has logrado con ‘No solo duelen los golpes’?

Yo estoy aquí por la rabia, por la rabia de haber perdido una de las mejores etapas de mi vida, que fue la adolescencia. Yo he perdonado mucho, he sanado las heridas, pero no quiero un mundo así para nadie. Pienso en mis hijos, porque me sale la madre loba, pero no quiero que ningún niño crezca y viva en un mundo injusto como este. Quiero buscar la justicia, no solo ya en la relación de pareja, sino también en otras muchas cosas por las que los feminismos llevan tiempo peleando. Los feminismos quieren una paz y una equidad en el mundo que no nos ofrece el patriarcado.

¿Y cómo se cambia esto, cómo se acaba con una lacra como la del maltrato? Sobre todo teniendo en cuenta el escaso apoyo de las instituciones. Solo hace falta ver las ridículas partidas presupuestarias dedicadas al tema en España…

Yo con las instituciones ya estoy muy cansada y muy quemada. Ha habido movimientos muy importantes en España que se han ido quemando porque hemos esperado mucho de unas instituciones que no se van a mover nunca. Y eso hay que admitirlo ya. Yo lo que espero es un cambio desde colectivos más pequeños, desde las tribus, como llamo yo a mi familia, desde nosotros. La revolución más grande está en un cambio propio mío. Cuando yo me muevo, mi entorno se mueve. Los seres humanos siempre estamos esperando a las grandes instituciones, a las grandes políticas, y en esa espera nos quemamos, nos decepcionamos, nos entristecemos. El cambio más grande tiene que venir desde el “yo”, desde los colectivos más pequeños.

“La revolución más grande está en un cambio propio mío. cuando yo me muevo, mi entorno se mueve”

En ese cambio desde lo pequeño, desde las tribus, en tu caso muchas de tus actuaciones tienen lugar en escuelas e institutos. ¿Qué papel pueden jugar éstos?

Tienen un papel fundamental y a veces lo obvian. Lamentablemente yo trabajo en la escuela pública a diario. Y digo lamentablemente porque veo cómo se resuelven los conflictos. Hay muchos colegios que tienen a profesores deseando cambiar las cosas, pero que están gestionados por equipos directivos inmovilistas. Todo se hace desde la cultura del miedo y lo lamento mucho. Las instituciones educativas deberían darse la mano con los padres y las madres para tratar estos temas, y de esa forma no pasarnos la pelota unos a otros.

Y por lo que ves en los institutos y en tus actuaciones, y pese a que te encuentras situaciones que superan con creces a la que tú has vivido, ¿hay esperanza? ¿es posible un mundo sin maltrato?

Por supuesto. Si creyésemos que esto no se puede cambiar no estaríamos aquí. Se puede llegar a un mundo en el que reine un amor del bueno, no un amor que someta. Puede que falten siglos para que esto pase, porque los cambios son muy lentos, pero cada vez más gente joven se va uniendo al barco y veo que tiene sentido político lo que estoy haciendo.

Autor entrada: Adrián Cordellat

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