Alberto Soler: «La crianza de los hijos es demandante pero esos primeros años son maravillosos»

 

Para Alberto Soler, psicólogo especializado en crianza, colaborador en diversos medios y coautor de ‘Hijos y padres felices’, los tres primeros años de vida de un hijo son «demandantes», pero eso no quita que no podamos disfrutar de ellos. ¿Un secreto? «Pararnos a respirar y hacer oídos sordos a los mensajes agoreros».

Por Diana Oliver

Pocos padres que estén habituados a navegar por la red no conocerán a Alberto Soler. A él, y a las píldoras de psicología que cada semana nos regala a través de Youtube. Psicólogo especializado en crianza y colaborador en diversos medios de comunicación, acaba de publicar junto a Kontxin Roger ‘Hijos y padres felices’ (Editorial Kailas), un libro que nace para acompañarnos desde el nacimiento de nuestro hijo hasta aproximadamente los tres años; y para tranquilizarnos antes las mil dudas, miedos e inseguridades que a todos nos surgen en esta gran aventura que es la maternidad/paternidad.

 

Necesito hacerte la pregunta del millón: ¿Cómo surge la idea del libro y qué lo diferencia del resto de libros “sobre crianza” que podemos encontrar en las librerías?

La idea del libro empezó a surgir hace ya tiempo. Cada vez más gente me preguntaba «¿y no te has planteado escribir un libro?», y eso hizo que poco a poco empezáramos a tomarnos esa idea cada vez más en serio. Fuimos escribiendo sobre los temas que veíamos más importantes con respecto a la crianza desde el nacimiento hasta los tres años: relación de pareja e hijos, rabietas, lactancia, etc. Y siempre desde una perspectiva de respeto hacia el niño. Tuvimos algunas ofertas de editoriales que no llegaron a cuajar, hasta que por fin se puso en contacto con nosotros Íñigo, de Kailas, y nos sentimos súper cómodos con ellos. Y a partir de ahí, firmamos con ellos, y empezó la falta de sueño hasta que les entregamos el manuscrito.

Dice el nutricionista Julio Basulto en el prólogo que “más que criar exquisitamente bien a nuestros hijos, lo más importante es no hacerlo muy mal”. Me ha encantado ese concepto porque creo que muchas veces parece que estamos en una competición, ¿no?

¡Uf! Muchísimo. Parece que tengamos que estar constantemente demostrando no sólo lo exquisitamente bien que lo hacemos, sino sobre todo lo equivocados que están los demás. ¡Hay tantas formas de hacer bien las cosas! A nosotros también nos gustó cómo lo expresó Julio, porque estamos muy de acuerdo con él. No tiene mucho sentido aspirar a hacerlo todo perfecto, ser unos padres perfectos o tener unos hijos perfectos. Con tratar de evitar meter mucho la pata, y relajándonos un poco, podemos disfrutar todos mucho más estos años de crianza.

¿De dónde crees que viene la presión, si es que crees que la haya, de hacerlo “perfecto” con nuestros hijos?

Creo que está relacionado con la inseguridad que todos tenemos, y más en algo tan grande como el hecho de tener hijos. Nos sentimos inseguros, pero no se nos permite sentir esa inseguridad, así que a veces maquillamos esta inseguridad con la imagen opuesta y caemos en el perfeccionismo. Esta inseguridad nos hace sentirnos atacados por quienes hacen las cosas diferentes, y ¿qué mejor defensa que un buen ataque? Creemos que si señalamos la paja en el ojo ajeno, quizá nadie se dé cuenta de la que tenemos nosotros en el nuestro… Si entramos en esta dinámica contribuimos a esta presión por hacer las cosas perfectas, que no tiene ningún sentido.

-Las necesidades de un niño-

Me decía Carlos González en una entrevista que “vivimos en una sociedad que nos hace creer que tener hijos no es importante”. Y por cómo está estructurada nuestra sociedad actual creo que sólo se le puede dar la razón. ¿Qué opinas? ¿Está nuestra sociedad preparada para la crianza?

Estoy de acuerdo con Carlos González en que a veces nos damos cuenta de lo importantes que son los hijos un poco tarde, porque antes hemos estado un poco entretenidos en estudiar, trabajar, consumir, vivir, viajar, tener experiencias. Es verdad que el bombardeo no va en la dirección de la importancia de tener y cuidar a los niños. Más bien al contrario, sería algo así como, “vale, si quieres ten hijos, pero que no se note mucho”. También es verdad que en comparación con hace algunos años, parece que nos estemos dando más cuenta de lo importante que son los primeros años, y cada vez son más los padres que quieren vivirlos de una manera más consciente: cada vez son más frecuentes los talleres de lactancia, de crianza, de porteo, tiendas especializadas, revistas, webs, blogs… Es un fenómeno que no deja de crecer. Pero si salimos un poco de este “micro cosmos”, nos damos cuenta cómo efectivamente aún queda muchísimo camino por recorrer: las ciudades no están pensadas para los niños ni para los bebés, muchas aceras ni siquiera están pensadas para ir por ellas con un carrito infantil, faltan espacios más amables con las familias y sus bebés, los permisos de maternidad (y de paternidad) son para llorar, la inexistente conciliación laboral… Se ha avanzado mucho, pero a nivel político queda aún muchísimo por hacer.

Si salimos un poco de este “micro cosmos”, nos damos cuenta como efectivamente aún queda muchísimo camino por recorrer

Habláis de la soledad de las familias actuales y de cómo muchas madres se ven atrapadas en un aislamiento y en una situación estresante: niño(s), trabajo, casa… ¿Se pueden cubrir las necesidades de un niño así o lo tenemos complicado?

Se puede, pero es más difícil. Nos encontramos en un contexto sociocultural en el que, por primera vez, las madres se ven empujadas criar a sus hijos desde el aislamiento. Cada vez vivimos más solos; todo son felicitaciones, sonrisas, mantitas y doudous de regalo cuando comunicas la noticia del embarazo, pero luego llega el bebé y la madre se ve sola. Todo el mundo se mueve muy rápido alrededor suyo y falta ese apoyo, esa mano, esa compañía en momentos de tanta incertidumbre.

Antes, se compartía ese momento con la madre, la hermana, la cuñada, la vecina, la amiga, prima, o con el pueblo entero. Ahora vivimos aislados; afortunadamente, como decía antes, cada vez es más frecuente que las propias madres creen sus redes y grupos de apoyo para suplir esta carencia. ¡Y eso ayuda muchísimo!

Cuéntanos eso del “tiempo de calidad”. ¿Necesitan los niños tiempo de calidad o nuestra presencia en general?

El “tiempo de calidad” es la gran mentira que se nos cuenta para calmar nuestra conciencia; para que, cuando estemos haciendo esas horas extra que sabemos que nunca nos pagarán y nos acordemos de nuestra familia, pensemos, “bueno, hoy sólo podré ver 20 minutos a los niños antes de dormir, pero al menos el tiempo que estamos juntos es de calidad”. Lo del “tiempo de calidad” es un eslogan digno de las mejores campañas de marketing, es neolengua en estado puro. Para empezar, ¿dónde está la dicotomía?, parece como si cantidad y calidad fueran incompatibles. Pero dejemos de pensar en nuestras conciencias y pensemos en los pequeños: si les preguntáramos, ¿qué elegirían ellos?, ¿cantidad, calidad o ambas cosas? Y, ¿qué es la calidad?

Tiempo de calidad es vivir juntos: poder hacer recados juntos, preparar la cena, un baño o ducha con calma, un lento paseo por el barrio o el pueblo… No es necesario hacer nada muy especial, y mucho menos consumir nada (estimulación temprana, parques de bolas, actividades súper especiales, juguetes caros…) para que el tiempo sea de calidad. Además, es que si solo dispones de 20 o 30 minutos, lo que es difícil es que ese tiempo sea de calidad, porque normalmente vamos con prisas, cansancio, cortos de paciencia… Las prisas y los tiempos justos y medidos no son buenos compañeros de los niños. Si te pregunto qué prefieres, si pasar la tarde con tu pareja o pasar con él media hora de calidad, ¿qué me contestas? El caso es que si solo disponéis de media hora nadie te asegura que esta vaya a ser de “tanta calidad”.

Para criar hijos felices, ¿necesitamos padres felices?

Me es muy difícil pensar en hijos felices sin contemplar la felicidad de sus padres. La familia es un sistema, y el estado de cada uno de sus integrantes influye sobre el resto. No podemos desatender las necesidades de ninguno de ellos, pero sin dejar de tener en cuenta que hay algunas necesidades más urgentes que otras, sobre todo cuando los hijos son pequeños y necesitan constantemente a sus padres. El rol de abnegación absoluta no es buen punto de partida, pero tampoco lo es el egocentrismo de “aquí yo y mis necesidades, y luego lo demás”. Si mamá y papá son felices, saben cuidarse a sí mismos y al otro, es más fácil que todos en casa estén bien. Cuando alguno no está bien, o la relación entre los padres no lo está, es más complicado que los niños sean felices. La idea es buscar un equilibrio en el que se contemplen las necesidades de todos, teniendo en cuenta las particularidades de cada etapa.

– Más información, ¿menos herramientas? –

Creo que somos una de las generaciones de padres y madres con más información sobre crianza, alimentación, educación… Sin embargo, me da la sensación de que a veces o bien nos agobia esa cantidad de información, o bien nos mantenemos firmes en las ideas que tenemos en base a nuestra propia experiencia en la infancia.

La información está ahí fuera para quien quiera acceder a ella; pero en ocasiones, en contra de lo que puede parecer, mucha gente prefiere dejarse llevar e ir decidiendo “sobre la marcha”. Personalmente, considero que esta estrategia es un error, sobretodo en algo tan importante como la salud o la educación de un hijo. Se da la paradoja de que podemos invertir más tiempo en elegir la tele del salón o nuestro nuevo móvil que en informarnos sobre el colegio al que llevaremos a nuestros hijos, o sobre los efectos que ciertas prácticas educativas pueden tener en ellos. Y en ausencia de información, nos dejamos llevar por inercias y por nuestros propios recuerdos. “Tan mal no he salido, pues hago lo mismo y ya está”.

En ausencia de información, nos dejamos llevar por inercias y por nuestros propios recuerdos.

¿Tener más información, nos da más herramientas o todo lo contrario?

La información en sí ya es una de las herramientas más importantes. Conocer qué es normal y qué no lo es, es muy liberador, ya que hace que cambies tus expectativas y que a veces cosas que parecían un problema, de repente, dejen de serlo. Otra cosa es que buscamos constantemente recetas, qué hacer en cada situación concreta para que las cosas nos sean más fáciles. Y esas recetas no suelen funcionar. Desde luego, nosotros no las tenemos, y quien dice que las tiene… Bueno, hay gente que cree que las tiene, pero se olvida de que cada niño y cada familia es diferente, y que lo que funciona en un caso no tiene por qué funcionar en otro.

¿Cómo influyen internet, las redes sociales, libros y divulgadores en la forma en la que criamos a los hijos hoy?

Contribuye, por un lado, a incrementar la cantidad de información que tenemos. Quien hoy en día no está informado sobre un tema, no es por falta de recursos. Hoy ya no podemos decir que “los niños no vienen con manual de instrucciones”, ¡si hay secciones enteras en todas las librerías! Pero por otro lado, también es verdad que puede llegar a generar confusión. No se escucha más a quien tiene más razón o argumentos en lo que dice, sino a quien tiene un altavoz más grande o más bonito. Y al final podemos estar recibiendo información de dudosa procedencia. Ante la duda, es mejor atender a fuentes autorizadas, como las sociedades médicas, comités de expertos…

Por último, ¿qué recomendarías a unos padres que se sienten desbordados con la llegada de un hijo?

Que respiren y que no hagan mucho caso de los mensajes agoreros que escucharán. La crianza de los hijos es demandante, sí, pero esos primeros años de vida de un hijo son unos años maravillosos, llenos de alegrías, retos, logros, ilusiones… y sí, de cansancio y preocupaciones. Pero al echar la vista atrás, al cabo de unos años, se darán cuenta que quizá aquellos fueron sus mejores años. De hecho, el título con el que trabajamos hasta casi casi la impresión del libro fue “Vuestros mejores años”.

 

Autor entrada: Diana Oliver

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