En el marco de los actos de celebración del Día Mundial de la Salud Mental, el pasado10 de octubre, este año la pandemia global de Coronavirus ha tenido un peso relevante dado el impacto y la importancia que ésta y el confinamiento han tenido sobre la atención en este ámbito.
Ya desde la Organización Mundial de la Salud (OMS) se advirtió a mediados de mayo que esta crisis sanitaria y sus consecuencias afectarían en gran medida a determinados colectivos tales como sanitarios, mayores, niños y adolescentes, personas que no habían podido despedirse de familiares, afectados económicamente y el colectivo de personas con problemas mentales previos.
Al comienzo de esta pandemia se observó que las personas con trastornos mentales disminuyeron sus visitas a urgencias en psiquiatría, hubo un menor número de ingresos hospitalarios y de atención ambulatoria. Todo esto generó una sensación de ilusión, de exceso de confianza acerca de que la atención a la salud mental estaba siendo adecuada con las adaptaciones que se hicieron, concretamente al poner énfasis en la asistencia a través videoconferencias. Sin embargo, en los meses posteriores esta población se vio expuesta a una gran situación de vulnerabilidad comprobándose que esa reducción de solicitud de servicios no tenía que ver con una mejora de la salud, sino todo lo contrario.
El duelo, el aislamiento, la pérdida de ingresos y el miedo a la situación y a acudir a un centro de salud u hospital, han estado generando o agravando trastornos de salud mental. Muchas personas han aumentado su consumo de alcohol o drogas y han sufrido crecientes problemas de insomnio y ansiedad. Las personas que padecen trastornos mentales, neurológicos o derivados del consumo de drogas también son más vulnerables a la infección del SARS-CoV-2 y podrían estar expuestos a un mayor riesgo de enfermedad grave, de hospitalización, de una peor evolución e incluso de muerte.
Estos meses han favorecido que se hayan acumulado factores de riesgo que se sabe inciden en el empeoramiento y en las recaídas de los Trastornos mentales, tales como la incertidumbre, el estrés, el aislamiento social y la soledad, el menor acceso a los servicios médicos y psicosociales y el menor apoyo familiar entre otros.
Este concluía que la pandemia había frenado la atención a la salud mental en el 93% de las regiones, a pesar de que la crisis generada por el Covid-19 había aumentado la demanda de los servicios sanitarios que prestaban esta atención.
- Personas sin recursos económicos que no pudieron acceder a la tecnología
- Ancianos no digitales a los cuales la brecha tecnológica los dejó fuera
- Sujetos con discapacidad intelectual a los que les resulta especialmente difícil adaptarse a esta situación
Impacto de la pandemia en la atención a pacientes de salud mental
Pacientes con esquizofrenia y trastornos psicólticos
Se sabe que el virus es neurotrópico, esto es, que tiene una afectación sobre el sistema nervioso central y produce síntomas neuropsiquiátricos, siendo el más conocido la hiposnia (pérdida de olfato). Así, se han visto muchos cuadros de complicaciones neurológicas y mentales, como estados delirantes, agitación o accidentes cerebrovasculares.
Especialmente delicado es el riesgo de que las infecciones en pacientes embarazadas puedan dar lugar a medio y largo plazo a un aumento de las psicosis, como ocurre con otros virus de características similares.
Pero, además de la propia infección, el estrés ha sido un factor que ha contribuído al empeoramiento y recaída de los cuadros psicóticos. Se ha visto en la clínica que personas con esquizofrenia con predominancia de síntomas negativos, con apatía, retraimiento social sumado a la situación de confinamiento, las medidas de seguridad y la falta de continuidad en la atención médica y psicosocial. han agravado su estado. Muchos de estos pacientes acudían todos los días a sus centros de rehabilitación, a sus centros de día y eso se interrumpió abruptamente a pesar del esfuerzo de adaptación por parte de los servicios.
También la atmósfera que nos rodea ha sido muy propicia a las distorsiones cognitivas, las interpretaciones de la realidad alejadas de los hechos objetivos y de los datos científicos y en algunos de los pacientes han provocado ideas deliroides y en delirios de control y de persecución que ha habido que tratar con carácter urgente.
Hay un subgrupo de pacientes según los estudios dentro de las psicosis que han contado con mayor riesgo por tener mayor vulnerabilidad. Nos referimos a aquellos con mayor deterioro cognitivo y aquellos con pobre insght -con pobre conciencia de enfermedad-, los institucionalizados, aquellos en situaciones económicas desfavorables, en prisiones y las personas sin hogar.
Pacientes con depresión y ansiedad
Se han visto impactados muy negativamente sobre todo porque las recomendaciones que se da por parte de los profesionales para que consigan una recuperación óptima se han visto muy dificultadas: estructura de horarios, actividad física al aire libre y socialización. En muchos casos ninguna de los tres ha sido posible.
El confinamiento ha generado mucha rumiación ansiosa, demasiado tiempo para pensar en ello, a lo cual no ha ayudado la sobreinformación por parte de los medios y las redes sociales. Han tenido pocas oportunidades para el afrontamiento activo, para sentirse parte de la solución y menos capaces de ser protagonistas de su recuperación.
Pacientes con TOC
Se ha visto un empeoramiento de las obsesiones de contaminación y las compulsiones y rituales compulsivos de comprobación y de limpieza. Sobretodo una inactividad de la técnica psicológca que ha sido más eficaz: la exposición con prevención de respuesta, en la que se parte de que los miedos obsesivos del paciente son irracionales y se expone al paciente a la realidad. En una situación de amenaza global como esta, donde hay un riesgo real de ser contagiado, esta técnica ha quedado muy desactivada.
Pacientes con adicciones
Inicialmente se vieron síndromes de abstinencia en los primeros días de confinamiento, un provisionamiento irregular de sustancias tóxicas y posteriormente un empeoramiento de conductas adictivas. La situación existente ha hecho que muchos problemas existentes se hayan visualizado más, generando enormes conflictos familiares. En estos casos la presencialidad debería ser fundamental para mantener los procesos, evitando un mal mayor.
Personas con discapacidad intelectual.
Habituados a acudir a centros atendidos por cuidadores y terapeutas muy cualificados de pronto su atención ha tenido que ser sustituida por los familiares, que han sostenido una gran carga. Este colectivo ha experimentado una gran dificultad para comprender la situación así como las medidas sociales, además del hecho de no conectarse fácilmente a medios tecnológicos y el no poder contar con un contacto físico que suelen necesitar. Ese contacto y el cara a cara hacen que la realidad sea mínimamente predecible; esto desapareció en gran medida y ha podido alterar su funcionamiento global.
Esta situación es totalmente extrapolable a personas con TEA, muy sensibles a cambios de rutina y de horarios o a las personas con demencia (Alzheimer, demencias vasculares…) especialmente si estaban viviendo en residencias, pero también en casa.
En general, hay una sensación global de haber desandado a lo largo de estos meses todo el camino de trabajo realizado por parte de los profesionales.
Prevención del suicidio.
Por último, este enorme problema de salud pública ya era, antes de la pandemia, un asunto de enorme importancia, dado que hay un clamor porque exista un plan nacional de prevención, dentro o fuera de la estrategia nacional de salud. Con la pandemia se ha propiciado la acumulación de factores de riesgo que se saben se asocian a suicidio consumado.
Históricamente en las crisis, en las guerras, pandemias p catástrofes hay una disminución de número de suicidios pero en las post crisis se produce el efecto contrario, un incremento. Así, se puede predecir desgraciadamente un aumento de la tasa de suicidios consumados, aunque aún se está a tiempo de intervenir si este asunto pasa a primer plano en la estrategia de prevención nacional.
La tasa en España se encuentra entre el 7 y el 8%, pero dada la situación de incertidumbre, el aumento del paro, el empeoramiento de las condiciones de vida en algunos colectivos, la soledad, la mayor conflictividad doméstica, la falta de recursos hacen esperable este aumento.
En definitiva, hay que fortalecer nuestro sistema sanitario y el sistema de atención a la salud mental, incrementar la financiación y los recursos, poner el foco en la atención primaria, ser ambiciosos en el desarrollo de un plan nacional de salud mental manteniendo el desafío de no dejar fuera de la adaptación de los servicio a ningún grupo de personas.
Fuentes:
La atención a la salud mental en tiempos de la COVID-19. Ministerio de Sanidad. 09/10/2020
Los servicios de salud mental se están viendo perturbados por la COVID-19 en la mayoría de países, según un estudio de la OMS. Who.int/es. Consultado el 13/10/2020.
Complicaciones neurológicas por Coronavirus y COVID-19. F.J. Carod-Artal. Neurología. com. 1/05/2020.