Una isla de Kenia, una escuela levantada con botellas, un sueño hecho realidad

Fotos de Monia Antonioli

Por Adrián Cordellat

En la isla de Lamu, en Kenia, en un paraíso aún virgen, sin coches, congelado en el tiempo como si fuese un escenario del siglo XIX, hay una escuela levantada con botellas usadas de plástico y de vidrio. Es la Twaskuhuru Academy School y garantiza la educación y la alimentación a 35 niños de la isla que, de otra forma, jamás aprenderían a leer y a escribir y en muchos casos se las verían y se las desearían para llevarse algo de comida a la boca cada día.

La escuela la fundó el músico local Omar Islam Ali, tras volver al lugar en el que nació y creció después de más de una década viviendo y ganándose la vida con su música en Estados Unidos. A su regreso, Omar quedó impactado por la contaminación de la isla, invadida por el plástico, e inició un proyecto de sensibilización medioambiental que también acabó siendo una iniciativa por el empoderamiento de las mujeres locales, que encontraron en el material reciclado por Omar una forma de ganarse la vida. Esas mujeres, sin embargo y debido a su precaria situación, iban acompañadas a todos sitios por sus hijos, que de esta forma se veían privados de la educación. Y de esa visible necesidad nació la Twaskuhuru Academy School, que durante mucho tiempo se mantuvo con las aportaciones económicas que el músico de la isla realizaba gracias a su trabajo en norteamérica.

Hace dos años, sin embargo, Omar decidió volver de forma definitiva a Lamu y sin los ingresos de su trabajo en el extranjero el proyecto de la escuela se tambaleó. Entonces entraron en escena tres chicas españolas: Ana Mansergas, que vivió en la isla durante una época y conoció de primera mano la iniciativa de Omar, Begoña Machancoses y Lourdes Méndez, todas ellas con una amplia trayectoria en trabajos de cooperación. Y de ellas nació la ong One Day Yes, constituida para apoyar a la escuela Twaskuhuru Academy School con el objetivo de que sea “sostenible, independiente y autogestionada por la gente local”.

Un proyecto transparente y de impacto directo

“Nunca pensamos que esta pequeña isla perdida nos engancharía como lo ha hecho”, afirman las responsables de la ONG a Madresfera. Desde su constitución en 2015, la asociación busca apoyar con financiación procedente principalmente de España el proyecto, “garantizando no sólo la transparencia en el uso de los fondos, sino también lo directo del contacto entre el financiador y el financiado”, ya que la ayuda es directa al 100%. El objetivo, como ellas mismas reconocen, no pasa tanto por hacer que la iniciativa de Omar crezca en dimensión como que lo haga “en calidad y en sostenibilidad en el tiempo”.

De ahí las aportaciones a la escuela que en estos dos años se han logrado (un nuevo aulario, instrumentos musicales, la construcción de un huerto ecológico o la compra de un barco que permite que los niños puedan asistir a la escuela sin necesidad de darse largas caminatas) gracias a las recaudaciones de fondos realizadas por One Day Yes a través de subastas benéficas, afterworks, cenas benéficas, clases de yoga, mercadillos, talleres en colegios españoles y, sobre todo, a través del viaje organizado de personas al terreno para conocer la isla y la escuela creada por Omar: “One Day Yes ha conseguido mejorar la calidad de vida de los niños y su día a día. Gracias al trabajo del equipo local y a las aportaciones económicas que consigue One Day Yes, se ha incrementado también la contratación de personal local, se ha mejorado la calidad en la alimentación y se han introducido más actividades extraescolares como el arte, el yoga y natación”, explican.

«El objetivo no pasa tanto por hacer que la iniciativa de Omar crezca en dimensión como que lo haga “en calidad y en sostenibilidad en el tiempo”

Y también se ha mejorado la educación de los menores a través de la implantación en el colegio de la metodología Montessori, de la que la fundadora Begoña Machancoses “es una gran convencida” por aunar respeto, autonomía y educación al niño: “Es un método novedoso en la isla que está acostumbrada a una enseñanza más tradicional de pupitre y memoria. Con el método Montessori tantos los profesores como los niños y niñas se involucran de una manera especial, aprenden de una manera diferente y están todos entusiasmados y con ganas de aprender”.

“Aprendemos más que enseñamos”

Hoy 35 niños de Lamu tienen cada día la oportunidad de comer, aprender y jugar. De ser niños, al fin y al cabo, en un escenario marcado por la pobreza y en el que la educación es un bien de lujo. “La escuela cubre un vacío tremendo que existe en el acceso a la educación de los niños y niñas que viven alejados del pueblo, que viven en comunidades. Comunidades nómadas que un día se asentaron y que sobreviven y viven inmersos en una pobreza extrema donde la educación no está entre sus prioridades. La escuelita se ha convertido en un hogar para ellos y ellas. Allí reciben una atención, un cuidado y un amor que difícilmente reciben en sus casas pues la situación que viven es muy dura y tremendamente pobre”, explican las responsables de One Day Yes.

Del proyecto puesto en pie por Omar Islam Ali en esta isla de población mayoritariamente musulmana, les encandiló su vertiente “familiar” y, sobre todo, el hecho de que fuese una iniciativa que nacía desde la propia comunidad, de un músico que había hecho carrera en Estados Unidos pero que hace no tanto fue un niño pobre de Lamu con la determinación de “salir de la pobreza y devolverle a su comunidad algo de lo que había conseguido. Por eso levantó una escuelita, para ayudar a su comunidad y dar la posibilidad de estudiar a niños y niñas pobres como él, que de otra forma nunca podrían estudiar ni tener acceso a una educación mínima para poder salir de la pobreza”.

«Hoy 35 niños de Lamu tienen cada día la oportunidad de comer, aprender y jugar. De ser niños, al fin y al cabo, en un escenario marcado por la pobreza y en el que la educación es un bien de lujo»

Aseguran las fundadoras de la ONG que conforme más tiempo pasan implicadas en el proyecto y más se adentran en la realidad de Lamu y de las familias los niños y niñas de la escuela, “la ambición se acorta y se hace más pequeña” ya que son conscientes de que fuera de la escuela no pueden intervenir, pero sí conseguir que durante el tiempo que pasan en ella, la vida de los niños que asisten sea más feliz: “No podemos cambiar el mundo ni podemos acabar con la pobreza en la isla, pero sí que podemos ayudar a estos niños y niñas a disfrutar de una infancia mientras estén en nuestra escuelita y sembrar una semilla que quizá en un futuro les ayude a salir de la pobreza a la que estarían abocados sin saber ni leer ni escribir”.

Del proyecto en el que se han embarcado con One Day Yes, dicen, se llevan más aprendizajes que enseñanzas han podido ofrecer ellas: “Hemos aprendido a trabajar con un equipo de personal local que entiende la vida y la educación de otra manera, que tiene una filosofía de vida diferente a la nuestra, que están muy alejados del sistema desarrollado y tremendamente capitalista donde nos movemos. Hemos aprendido a trabajar con otra filosofía, otros valores y otros ritmos. Hemos aprendido a respetar más aún otras maneras de funcionar y hemos aprendido que con el “Hakuna Matata” y el “Pole Pole” como estilo de vida se puede llegar muy lejos y disfrutar de la vida de otra manera. Hemos aprendido que podemos compartir este sueño con la gente y que todo aquel que va a terreno, vuelve igual de enamorado que nosotras”.

Porque un día, sí, los sueños se cumplen.

Autor entrada: Adrián Cordellat

1 thoughts on “Una isla de Kenia, una escuela levantada con botellas, un sueño hecho realidad

    Sonia

    (8 noviembre, 2017 -11:59 am)

    Heyyy, mi amiga Lourdes en la foto!!! Escribí sobre One Day Yes hace unos meses. Conozco el proyecto por una amiga que está implicada en él!! Qué guay!!

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