Reseña madresférica: Criada, de Stephanie Land

¿Qué estás dispuesta a hacer para sobrevivir y sacar adelante a tu hija?

En un mundo ideal y utópico, la infancia debería tener asegurada siempre y en toda circunstancia su seguridad, su manutención, su educación y un entorno digno. Y muchísmo cariño y amor para poder crecer en las mejores condiciones. En un mundo ideal, las familias se protegen entre ellas siempre y frente a todo. En un mundo ideal, las comunidades cuidan de sus miembros y especialmente de los más vulnerables.

Eso en un mundo ideal, claro.

Porque en el mundo real, como el que nos trae la autora de este magnífico libro publicado por la imprescindible editorial Capitán Swing, la sociedad mira para otro lado.

Deshumanizada, burocratizada y radicalmente injusta: así es la sociedad de hoy en día, la que nos presenta Stephanie Land en su primer  Criada. Una novela que ha servido de inspiración para la serie La asistenta, que podéis encontrar también en la plataforma Netflix, y que narra en primera persona el periplo de la protagonista, la propia Stephanie, para sacar adelante a su hija, sola y con muy pocos recursos y ayuda. Tras abandonar a su pareja y escapar de una situación de maltrato, debe mantener la custodia de su hija y para eso necesita una estabilidad económica que no tiene. Para pagar apenas una habitación de alquiler y subsistir de milagro, la autora, que había abandonado los estudios por un embarazo no buscado justo antes de empezar la universidad, tiene que coger los trabajos que casi nadie quiere y sumergirse (y sumergirnos) en los rincones más sucios de la sociedad americana.

En un relato ágil y con capítulos cortos de idas y venidas nos va trasladando a través de sus últimos años, presentándonos a las personas que le han rodeado y marcado en su infancia y juventud y con pinceladas breves pero intensas, como lectora vas creando el retrato completo de un abandono general: el abandono por parte de la familia, por parte de la sociedad y por parte del estado. Cómo es posible que una madre te de la espalda cuando más la necesitas, que un padre esté tan metido en su propia miseria que no sea capaz de ayudar a su hija en su peor momento, que las mismas ayudas estatales destinadas para ayudar a personas en situaciones de vulnerabilidad como la de Stephanie sean su propia trampa y les hundan más todavía…. Muchas preguntas y muchas sensaciones de impotencia, de rabia, de frustración y también de asombro sobre cómo es posible que una de las primeras potencias del mundo, Estados Unidos, sobreviva a base del marketing del «tú sí que puedes» mientras las clases más bajas se ahogan bajo el peso de ese slogan.

No todas las madres…

No todas las madres cuidan ni protegen. No todas las madres dejan todo para ocuparse de sus criaturas ni se quitan la comida de la boca para dársela a sus polluelos. Y por muy duro que eso pueda ser, existe.

Stephanie es a la vez ejemplo de cómo no necesariamente heredamos o perpetuamos el comportamiento de nuestros progenitores, algo que muchas veces nos persigue, especialmente en muchos casos de crianzas que se alejan del tópico. Poco se habla de la madre que abandona y no protege, pero desde luego en el libro lo vemos claramente. Y quizás por eso contrasta más, o impresiona más aún, la dedicación de Stephanie para con su propia hija, rompiendo ese hilo invisible que nos liga a nuestra ascendencia y que a ella también le atormenta desde sus propios «errores» cometidos en su propia vida, en ese dicho, a veces extremadamente cruel, de que criamos a nuestros hijos como nos criaron nuestros padres y que repetimos sus «pecados».

Esta parte del relato tocará muchas sensibilidades pero a mí personalmente me parece altamente liberadora y esperanzadora. Todas, todos, tenemos en nosotras mismas la capacidad de ser nuestro propio ejemplo, y encontrar nuestra propia manera de criar, sin repetir patrones tóxicos o dañinos heredados o aprendidos. Se puede romper el modelo familiar, y eso, en el caso de Stephanie, y en muchos otros, muy reales, es un camino abierto a criar mejor y sin ataduras del pasado.

Las miserias de una sociedad

Stephanie nos abre no solo las puertas de su vida durante estos años tan duros, sino también las de las casas que limpió durante ese tiempo. Un paseo, dejándote las rodillas, claro, que es como se limpia de verdad, por uno de los últimos escalafones profesionales, destinado sobre todo a mujeres sin otra posibilidad y sin tiempo para poder quejarse. Y un espejo que refleja una sociedad llena de suciedad en sus rincones, que minusvalora y denigra a todas aquellas personas que no tienen otra opción que arrodillarse para limpiar sus miserias.

A través de las diferentes casas, la autora nos va presentando muchos tipos de casas, y de personas.  Las que huyen de las limpiadoras (incluso es norma de las empresas que no se las vea, como si se limpiara por arte de magia), las que ensucian a sabiendas de que siempre habrá alguien que recoja y arregle sus desperfectos, las que eligen contratar el servicio de limpieza por cuestión de clase, otorgando a la labor doméstica ese rango de clase inferior que aún sigue instalado férreamente en nuestra sociedad. O, poniendo el punto humano y positivo, que también lo hay, las acogedoras y que la contratan casi por compasión, las que ven a la persona que hay detrás de la mopa y llegan a convertirse en apoyo y ayuda para la protagonista.

Cuánta falta nos hace mirar aquello que no queremos ver y sobre todo, cuánta falta hace mejorar y dignificar sus condiciones laborales y sociales.

El estado: de protector a ejecutor

Otro de los aspectos más sangrantes es cómo Stephanie tiene que luchar para mantener la custodia de su hija frente al dedo acusador de su ex-pareja y del propio estado llegando incluso a poner en riesgo tanto su propia salud como la de su hija, en realidad. La autora te expone descarnadamente las condiciones de vida que tenía que llevar, paradójicamente, para que le permitieran poder seguir cuidando a su hija. Cómo entrar en el círculo de ayudas y subsidios del estado era, a la vez, su única escapatoria pero también su mayor yugo. Cómo está montado el esquema de ayudas sociales de manera que más que una esperanza es una penalización y un estigma. Cómo solo gracias a un sacrificio mayúsculo y una capacidad de aguante y superación absoluta, la protagonista puede conseguir romper ese círculo, Y cómo, desde la perspectiva del lector, no dejas de dar las gracias por un sistema de salud universal y gratuito que no te arruine (más aún) por una neumonía, por ejemplo.

Es verdad que la autora te escribe desde el futuro y que, aun sin saber del todo si el desenlace será feliz o no, comienzas la narración dando por hecho que algo sí que ha conseguido ya que este libro ha llegado a tus manos. Y eso da un poquito de tregua y alivio, imprescindibles ambos para no angustiarte con la falta de suerte, de recursos, de red de apoyo, y de empatía que rodean a esta mujer y su hija.

Pero no, no te evitan la indignación, el enfado, la frustración y alguna lagrimita al entender que no solo será Stephanie quien esté pasando por algo así ahora mismo, mientras escribo estas líneas, precisamente en el país de las oportunidades. O por supuesto, también aquí en nuestro país y con otros condicionantes distintos pero no menos angustiosos.

Cierto es que aunque tiene pasajes que sí te tocan lo más hondo, por diferentes motivos, el libro no pretende ahondar en la búsqueda de la lágrima fácil. Tiene un estilo directo y sencillo que te sumerge en los pensamientos de la protagonista y que te permiten empatizar con ella desde su tremenda desesperación en muchos momentos. Es una invitación a acompañarla en ese viaje que le llevó de lo más oscuro a encontrar una salida luminosa, sabiendo que en el viaje tendrás curvas, derrapes y muchos atascos. Pero que llegas a algún sitio. Y que seguramente será mejor.

Y al menos ésta ha sido mi experiencia al leerla y acompañar a Stephanie en su narración. La de sentirme agradecida por contar con los míos, por mi red de apoyo. La de valorar realmente lo que tenemos a nuestro alcance, como la sanidad para todos y no solo para quien se la pueda pagar. La de abrazar fuerte a mis hijos y a mi familia. La de plantearme qué camino elijo y qué pasos doy cada día. Y que se puede encontrar luz incluso cuando lo vemos todo oscurísimo.

Os recomiendo muchísimo esta lectura, y espero que, si lo leéis, me contéis que ha supuesto para vosotras.


Ficha del libro

 

Autora: Stephanie Land

Editorial: Capitán Swing

Fecha de Publicación: 2021

Más info aquí

Autor entrada: Mónica

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