Los consejos y la maternidad, ese temazo.
Te quedas embarazada y de ese instante, todo el que te rodea sabe más que tú y tiene, qué suerte, algo que decirte.
Ante esto, algo inevitable por lo que parece (la naturaleza humana nos empuja, por lo visto), parece que solo hay dos actitudes posibles: la primera es escucharlo todo, a lo pozo sin fondo, y luego ya quedarte con lo que te convenga, según de dónde te venga, o en qué circunstancia sea. Para la cual es es preciso tiempo, haber dormido y no estar de muy mal humor, a ser posible. La segunda, no escuchar nada. Esta es más arriesgada, claro, porque pese a la pesadilla en que pueda convertirse nuestra vida rodeados de gente que sabe muchísimo más que nosotros sobre nuestros propios hijos, a veces, A VECES, tienen razón.
Pero, ojo, es muy normal pasar de una a otra actitud. Lo de no dormir ayuda mucho para estos bandazos. Es comprensible.
¿Os voy a dar un consejo yo ahora, en domingo, encima en el que hay que ir a votar y todo?
NO.
…pese a la pesadilla en que pueda convertirse nuestra vida rodeados de gente que sabe muchísimo más que nosotros sobre nuestros propios hijos, a veces, A VECES, tienen razón.
Solo voy a recordar el que, para mí, ha sido el mejor consejo de todos los que, en mi pozo sin fondo particular han caído, y he tenido a bien recoger.
Se trata del que me dio una funcionaria en Hacienda, que me vio llorosa, recién parida de mi primera hija, totalmente desorientada y fuera de mí, en medio de alguno de esos trámites que tanto me angustiaron durante la primera semana de vida de mi hija (porque sentía que si no se cumplían todos lo mismo mi hija estaría fuera de la ley, y en mi delirio ya veía que si fallaba en alguna de esas pruebas de Astérix, lo mismo nos deportaban a todos fuera del país, solo un pequeño atisbo de la desazón de no tener papeles en regla, apunte serio). Agobiadísima, hormonadísima, y con un bebé llorando en una oficina llega de gente esperando colas, esa mujer me miró durante unos segundos y me dijo:
«No te preocupes, todo saldrá bien. Mira a tu hija y vive esto con ella. Porque yo de mis primeros meses solo me acuerdo por las fotos de lo agobiada que estaba».
No me conocía de nada, ni nos volvimos a ver. Fue un consejo gratuito que ni siquiera tenía por qué dar. Pero a mí, en ese momento de angustia y desorientación me llegó tanto que no la he olvidado. Porque tenía toda la razón. Y me sentí más persona, menos número, menos deshumanizada, más entendida. Y miré a mi bebé en medio de aquella oficina de Hacienda, fea, gris, llena de gente esperando, y entendí que era nuestro momento, solo nuestro y que debía aprovecharlo pese a todo.
Así que, sin consejos, no os agobiéis con los consejos. Abrid el pozo sin fondo maravilloso para que caigan. Puede que alguno, un día, os de la vida.
¡Feliz domingo!