Por Diana Oliver
Dice Nora Rodríguez, educadora y conferenciante internacional especializada en pedagogía, en Atrévete a hablar de sexo con tu hijo (B de Bookss) que “cada vez que das respuestas apropiadas a tus hijos que integran información sobre sexo y sexualidad, emociones y sentimientos, o la toma de mejores decisiones, adaptadas a cada etapa, desde el punto de vista evolutivo, les estás ofreciendo mucho más que información”. Es decir, según la educadora, si aceptamos esa premisa estamos ofreciendo a nuestros hijos la posibilidad de entender, de comprender con naturalidad su sexualidad.
Comparte ese mismo punto de vista Mamen Jiménez, psicóloga y sexóloga autora de Amor con ojeras (Lumen), quien cree que los adultos solemos pensar que la educación sexual consiste en tener “una charla” con nuestro hijo adolescente, cuando la realidad es que ni hace falta una charla ni podemos permitirnos el lujo de esperar a la adolescencia para tratar con normalidad, en el día a día, la sexualidad. Es por esto por lo que opina que debemos responder siempre a las cuestiones que nos hagan de manera natural (“que las harán, además, desde que son bien peques con preguntas del tipo cómo se fabrican los bebés o por qué mamá no tiene “pito”).
Incide la psicóloga en que no hace falta tener “conversaciones”, sino que lo ideal es abordarlo con la misma tranquilidad y naturalidad con la que les explicamos otras cuestiones como pueden ser la seguridad vial o las normas a la mesa. “A lo largo del día siempre surgen situaciones propicias para hablar de ello, por ejemplo, en la ducha, al volver del parque donde haya tenido interacciones con otros niños o adultos… La naturalidad es la clave”, recuerda.
A lo largo del día siempre surgen situaciones propicias para hablar de ello, por ejemplo, en la ducha, al volver del parque donde haya tenido interacciones con otros niños o adultos… La naturalidad es la clave
Esperar a la adolescencia es llegar tarde
El entorno ofrece a los niños y adolescentes conocimientos de tipo sexual. En un mundo marcado por la hipersexualización de la infancia y la adolescencia, en el que la publicidad, el cine, las series o la televisión muestran contenidos sexuales por doquier, no es difícil que la imagen que les llega a los niños, cada vez antes, sea una imagen distorsionada de la realidad. Y no sólo de manera directa, ya que, algunos estudios recientes sobre acceso de niños a las nuevas tecnologías, sitúan los 9 años como la edad en la que un elevado porcentaje de los mismos ya se ha encontrado de manera accidental con contenido para adultos mientras navegaban por la red.
Contenido que puede proporcionar ideas equivocadas acerca de lo que es el sexo y seguir manteniendo estereotipos de género que marcarán incluso las primeras experiencias sexuales de los adolescentes por lo que, como señala Mamen Jiménez, “si queremos que nuestros hijos tengan una buena autoestima, que disfruten con su cuerpo, y evitar con todas las herramientas que podamos, que sufran abusos, esperar a la adolescencia es llegar tarde”.
Según la autora de Amor con ojeras, siempre hay que tener claro que dado que las personas somos seres sexuados desde el mismo momento en que nacemos, debemos hablar en todo momento de educación afectivo-sexual, por ser “dos aspectos intrínsecamente ligados” y sobre los que educamos sin darnos cuenta desde el instante en el que nos convertimos en padres. “Cuando cogemos a nuestro bebé en brazos, cuando le besamos, cuando le abrazamos… todo eso es ya educación afectivo-sexual, solo que incidental, es decir, no formal como la que se produce en un colegio. De ahí la importancia de abordarlo de manera consciente también desde el principio, porque nuestro bebé se va a exponer a un mundo de descubrimiento tanto de sí mismo (su cuerpo, sus sensaciones, sobre los afectos y emociones) como de los demás”, explica.
Cuando cogemos a nuestro bebé en brazos, cuando le besamos, cuando le abrazamos… todo eso es ya educación afectivo-sexual, solo que incidental, es decir, no formal como la que se produce en un colegio.
Sin tabúes ni eufemismos, dos de las claves de una educación sexual sana
Menciona a menudo Nayara Malnero, sexóloga y autora de Sexperimentando, que muchos adolescentes utilizan la pornografía como sustituto de una educación sexual previa y pone como símil la idea de aprender a conducir fijándonos en cómo lo hace Bruce Willis en sus películas de acción. “El problema está en que no existe una apuesta fuerte por la educación sexual en nuestro país, ni por parte del sistema educativo ni tampoco en la mayoría de las familias”, se lamentaba en un artículo publicado recientemente.
A muchos padres se les hace cuesta arriba integrar esa normalización de la sexualidad desde la más tierna infancia de sus hijos y entre tabúes y eufemismos van salvando como pueden los retos que se van encontrando. Es algo que les incomoda; tanto que muchos incluso esperan a la pubertad, a que aparezca algún problema o simplemente asumen que sea la escuela per sé la que cumpla con el papel de educar la sexualidad de sus hijos. Sin embargo, ocurre que en ocasiones es más un trabajo previo el que debemos hacer como adultos para despojarnos de esa vergüenza y liberarnos de nuestra propia educación, o falta de educación sexual, y comenzar a asumir que es una parte más de nuestras vidas. “Pensemos por qué nos da vergüenza y cuestionemos esa creencia, ¿de verdad es útil o tiene sentido? Además, si nos da corte tampoco pasa nada: reconocer ante nuestros hijos nuestras “limitaciones” es también importante para su educación. Eso sí, transmitámosles también la importancia de luchar contra esas limitaciones, de aprender y cambiar para mejor. Y oye, si te preguntan algo de lo que no tienes ni idea pues lo mismo: cariño, no lo sé, pero vamos a buscar información juntos”, reflexiona Mamen Jiménez.
Sobre los eufemismos insiste en que hay que llamar a las cosas por su nombre, y aunque le pongamos nombre a los genitales, cree que los niños también deben conocer su nombre real, porque no solo no tiene nada de malo sino que con ello conseguimos normalizarlo: “La parte “sucia” del sexo la tenemos los adultos en la cabeza, no los niños, así que como padres es muy interesante revisar nuestras creencias al respecto, cuestionárnoslas y aprovechar la paternidad para reelaborar nuestro discurso, porque a veces no somos conscientes de ello. Los niños deben saber que el sexo no es tabú porque todo lo que se esconde, todo aquello de lo que no se habla es oscuro, es secreto… y eso no nos interesa en absoluto”. Añade que tampoco debemos ridiculizarnos ni reírnos de “sus cosas” porque “necesitamos que sientan que pueden confiar en nosotros, que pueden hablarnos de todo, de manera que si hacemos chiste de ello se sentirán incómodos y perderemos la alianza”.
Por último, plantea la psicóloga que, en contra de lo que muchos creen, proporcionar una educación sexual no es incitar a la práctica: “Hacerlo van a hacerlo igual, eso lo sabemos, así que más nos vale que lo hagan teniendo toda la información posible. Está demostradísimo que una actitud positiva hacia la sexualidad correlaciona con una menor tasa de prácticas sexuales de riesgo, entre otras cosas”.